LAS INSTANTÀNEAS DE DOLOR, SORPRESA Y BREVEDAD EN LA OBRA DE DÉBORAH YAEL WIZEL DAVID
Siempre es grato encontrarme con Deborah ( Debie para todos sus amigos y compinches literarios), mujer fuerte y de gran sabiduría como su homóloga, la gran heroína israelita en cualquier evento cultural que se da en nuestra capital. La última vez nos encontramos para el día de la poesía internacional, el pasado 21 de marzo en la Universidad de Panamá. Estudiamos en el mismo colegio y el destino nos ha unido a la afición por la literatura, la cultura, el cuento y la poesía, en general.
Deborah cultiva dos géneros literarios hasta ahora: La poesía y el minicuento de muy breve extensión. Ha publicado bajo el sello, Abeja Negra cinco folletines: Instantáneas de dolor, La sílaba erótica y Hoja en blanco ( poemarios); Mujeres y La armadura y otros cuentos ( Minicuentos) en la que hace gala y dominio sobre el verso y la narrativa corta.
En la primera la poetisa da rienda suelta a todo su dolor que como judía explaya en estos versos:
Sobreviviente
Cierro los ojos tratando de olvidar
¡Imposible!
Llevo los recuerdos tatuados en el brazo
tatuados en la mente
en cada poro
cada respiración
Recuerdo
el eco de plegarias ignoradas
el llanto de los niños
gritos de madres
Recuerdo figuras inertes
ojos abiertos
fosa común
A mi alrededor absoluto silencio
La humanidad, alguna veces ciega quiere olvidar todo lo que sucedió en los campos de concentración durante el régimen nazi en la segunda guerra mundial, pero Deborah, de forma valiente no lo permitirá porque sin estar ahí físicamente, se imagina lo que aconteció ¡ Imposible! Es un grito que se escucha por todo el orbe. Las añoranzas se le adhieren a todo su cuerpo “tatuados en la mente” y los recuerdos dolorosos de sus ancestros pidiendo ayuda con los ojos abiertos en la fosa común solo con el silencio de testigo.
El poema que le dedica a Ana Frank, (la adolescente más conocida del mundo) es de una belleza inigualable. La conocen porque dejó un diario donde cuenta sus memorias y muchos otros ni siquiera pudieron dejar nada porque no les dio el tiempo. Ana no tuvo tiempo de conocer el mundo de afuera. Solo el de adentro “ tu juventud se esparció en la tinta de tus diarios”. Esa fue su vida, su diario. Lo único que dejó para las futuras generaciones.
En cuanto a su narrativa, Deborah recurre al misterio para inquietar a sus lectores. “La Armadura” es la que más destaca. Una despistada mujer recorre un museo sin interesarle para nada lo que allí se exhibe cuando de repente, entra a un salón y una armadura la sujeta. Su metal es brillante y aquel encanto la conquista, la va durmiendo hasta que despierta en otra época, en una vida pasada con el amor de su vida muerto. Ella se ha convertido en una estatua y ya más nunca se separarán pues la gente de esa era los ve tomados de la mano.
En idolatría, hay un dato oculto en la historia con el cual la autora nos sorprende al final. y es que la brevedad del cuento se presta para ello. La protagonista quiere parecerse a su ídolo y comienza a maquillarse, a peinarse, a parecerse a él, pero ese él, no es él, sino ella y la figura es el padre que quién sabe por qué razón cambió de sexo y no se necesita para nada saberlo.
Quizás más adelante Deborah nos sorprenda con algún otro libro de minicuentos, poemarios o con una novela. Eso solo el tiempo lo determinará. A esta ingeniosa escritora le sobra madera para hacerlo.
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